sábado, 26 de febrero de 2011

PRESA EN LA 5ª PLANTA (testimonio real)

En esta entrada tenemos el enorme gusto de haceros llegar el testimonio de una amiga, que por primera vez se atreve a hacer público, lo cual nos llena de alegría.
Esta querida amiga hubo un día que necesitó ayuda, y calma, y amor y fué engullida por el sistema, hoy ella es la que proporciona ayuda pero de otro modo.
En este escrito podemos leer las vivencias de un ser humano tildado de loco, contra viento y marea, hoy concluye que de todo ese martirio salió por sí misma, vemos también cómo fracasa el sistema, lo ciego sordo, mudo, tóxico y alejado de la realidad que puede llegar a estar.
Deseo que este sea el primero de muchos otros escritos que se atreva a compartir con nosotros y aprovecho para darle las gracias desde aquí.

5ª Planta

         Exactamente no recuerdo el motivo real para ingresar en esta peculiar planta del hospital. Mi mente estaba totalmente rota y yo estaba sola en aquello, acompañada por familia y amigos sí, pero sola en esa nueva, incomprensible y angustiante sensación.
         Mi familia lloró y lloró cuando estaba en urgencias y yo misma decidí ingresar. Les dije, “no pasa nada, quizá sea esto lo que necesite”.
         Es curioso que allí ningún profesional escucha sin más, solamente desde un punto de vista científico, para conseguir poner nombre a lo que nos pasa, a lo que pasa a estas personas, que de una manera u otra han ido a parar allí. Se creen que no nos damos cuenta de que en cada palabra nos están analizando, buscando porqués, síntomas y diagnósticos de libro. Buscando asimismo la pastilla más adecuada para paliar síntomas y más síntomas. Ellos están por encima en esta circunstancia, y yo por debajo. Vulnerable ante ellos, ante mis palabras, su escucha y mi diagnóstico. Que de mí depende, que si me porto bien podré salir de allí, tener visitas o régimen de fin de semana. ¿Cómo que de mí depende? Si no entiendo lo que pasa, lo que tomo, lo que siento; si no puedo pensar… tengo la culpa, ¿por eso tengo que ser “buena” para poder salir de allí?
         ¿Por qué no me miras a los ojos, te sientas con calma y me preguntas qué tal estoy? Sin una mesa de por medio, o una carpeta y un bolígrafo; quizá tu bata blanca te lo impida, pero a mí me hubieras hecho sentir arropada y segura. ¿Por qué no me preguntas por qué? ¿Por qué no me puedo dejar llevar? No me intentes hacer creer que te intereso… prefiero que no lo hagas si no es cierto.
         Mi familia me viene a ver y no me reconoce. Me sonríen bajo una melancólica mirada. Sé que cuando volvían a casa lloraban, lloraban lo que no podía llorar yo.
         La gente con esquizofrenia o psicótica piensa o siente que el mundo está en su contra, pero es que ¿acaso eso no es verdad? ¿acaso eso que están viviendo no es fruto de que el mundo no les da la oportunidad de ser felices, de ser libres y de amar? Para evitar pensar esto, nos tomamos una pastilla, la cual oculta el sentimiento real y la realidad de que el mundo está en la contra se hace todavía más factible. Uno se vuelve pequeño pequeño e insignificante, y ahí si que no hay mundo, ahí el mundo es indiferente a la vida, que es casi peor que que esté en contra.
         Cada día estoy más convencida de que la gente que pasa por esta planta o por otros sitios denominados “psiquiátricos” no quieren pasar de largo por la vida, quieren vivirla. A veces tan al extremo, que esto les vuelve locos. Sensibilidad a flor de piel, tan incontrolable que en ocasiones acaba con su vida; llevándose con ellos su secreto y soledad… y encima nos atrevemos a juzgarles, a desdeñarles y llamarles cobardes.
         Una mujer al lado de su novio, al cual acaban de atar a la cama. Unas lágrimas inundan su rostro, pero a él no le soltaba. Es un acto de amor que creo que nunca olvidaré ¿por qué no le abandonó? Ella estuvo dispuesta a cruzar el infierno por él y a veces me pregunto qué habrá sido de ellos, de él y sobre todo de ella.
         Otro hombre delgado, casi sin pelo, con barba y con el pijama azul del lugar hablaba que lo importante era no recaer, no recaer para no volver a acabar allí, en la quinta planta… Mientras yo leía Cachorros de nadie, un libro que todavía no he conseguido acabar.
         Intentaba estudiar, no lo conseguía; entonces opté por leer, tampoco… a ver si subrayando el libro me resultaba más fácil, conseguí un párrafo seguido. Quería escribir para entender esos momentos y entender qué cosas nuevas me estaban ocurriendo… tampoco podía sostener el bolígrafo. Ni llorar, ni sonreír, ni casi dormir. Nada estaba en mis manos, sólo la vergüenza de estar allí y sin poder salir. Y si decía o hacía algo fuera de lo esperable, la estancia allí se alargaría.
         Mi compañero cuidaba de mí allí, qué cosas… Además mi profesora de “Ciencias psicosociales aplicadas al ámbito sanitario” también pululaba por allí y yo agachaba la cabeza para que no me viera. Un día finalmente, con mi cara indescifrable, me crucé directamente con ella y tuve que saludarla.
         Éramos tres chicas de más o menos mi edad. Una con anorexia y la otra también por un delirio psicótico. Ésta última me contó que la causa principal de su psicosis fue tomar no sé qué droga. Realmente no hubo relación entre nosotras prácticamente, o por lo menos lo que recuerdo. Sé que andábamos por los pasillos, vuelta y vuelta, y vuelta otra vez. La anoréxica por adelgazar, la otra chica y yo por matar el tiempo y no pensar.
         Un día me encontraba realmente mal, no sabría poner un adjetivo. Y la enfermera me preguntó, ¿estás nerviosa porque crees que la televisión te está hablando? A estas alturas no has entendido nada… y no te culpo, yo tampoco.
         Con el nombre de esquizofrenia paranoide salí de allí, con una pastilla tan poderosa que me impedía pensar, hablar y por supuesto sentir; bueno realmente sí sentía temblores y dolor, lo cual me llevó a urgencias un par de veces tratándome con pastillas para el parkinson o una inyección que parase todo esto. Yo, una mampara transparente y el mundo. Que había en mí… cómo había llegado a este punto…, así sin querer quererlo. 
         Mi mente va a estar siempre enferma, es algo con lo que quiero aprender a vivir, sin resignación, claro… y haciéndome feliz.
         Dependo de una sustancia química todo el tiempo.
         Me gustaría que alguien acariciara mis pensamientos.
         De niña tan sana, y ahora en esto me he convertido.         
         Me late el corazón y los brazos a las tres de la madrugada. Me da vergüenza llorar a la par que lo necesito, sin entender muy bien por qué.
         Cuando no puedo dormir no puedo dejarme sin más, es preciso meterme en la boca esa sustancia química de la que como decía antes, sin quererlo, dependo para seguir una vida habitual.
         Mi me conmigo, todo lo que estoy escribiendo parece un reflejo de mi egocentrismo. Sin embargo hay mucho más allá… una sensación que se me ha repetido siempre, y de la que ya elaborada puedo sacar ciertas conclusiones: primero amarme, después amar, después seguir amando y a partir de ahí actuar. Si falla lo primero, lo demás no llegará o lo hará de una manera mediocre.
         Yo he venido a este mundo y justo ahora, aquí, para vivir y poner toda mi vida a disposición de lo que creo, lo que pienso y lo que siento. Mi mundo interno ha vivido mucho y yo con él por supuesto.
         Me dispongo ahora mismo a tumbarme en la cama, observar y respirar. Gracias vida.

         Es curioso lo que viven mis mundos internos… y yo con ellos. A veces pienso que son muy pobres y otras que demasiado complejos. Muchas de ellas me hacen esclava y me frustra el pasito a pasito siendo hormiga. Otras veces, doy gracias por mi sensibilidad sin perder de vista esa tensión agobiante. ¿Cómo sacar de mí esa imagen? Eso que me aleja de mi libertad, o al menos como yo lo percibo. Si me quedo anclada a imágenes pasadas, las presentes y futuras estarán nubladas y no es justo para mí.
         Seguro que la gente con la que me cruzo, mis conocidos y la gente que conoce superficialmente mi sonrisa no imaginaría que he estado ingresada en un instituto psiquiátrico durante casi tres años. Oyendo gritos, palabras sinceras, silencio y lágrimas muy sutiles. Lo necesitaba, sin embargo llegó un momento que cuanto más los llegué a necesitar porque más loca me sentía más lejanos se situaban. Me dejaron sola, salvo personitas aisladas que veían más allá de mi drogadicción inducida. Temblores, inyecciones… el final fue un infierno.
         Lloraba como una niña todas las mañanas para no ir allí. Mi madre me vestía y me peinaba y me rogaba que fuera, que querían ayudarme. Y todos sabíamos que nos equivocábamos. Pero ante esta nueva y desconcertante situación era necesario agarrarse a un clavo ardiendo. Deseaba que se alargaran indefinidamente los minutos en el tren, los minutos del autobús y deseaba la llegada del fin de semana para no estar dentro de allí, aunque realmente la angustia se quedara conmigo y no pudiera, como he escrito en ocasiones anteriores, ni dormir, ni comer, ni pensar y mucho menos hablar; sólo decir “me voy a la cama”. Cada vez que alguien me llamaba me echaba a temblar, no podía articular palabra, la gente notaba mi lentitud. Y cuando tenía que quedar con algún amigo, que fueron contadas ocasiones, sencillamente no podía ni estar… ni estar de ninguna de las maneras…
         Mi mundo externo siempre lo he visto muy fácil, he vivido muchas cosas bonitas, otras que no tanto y me sorprendo de lo que soy capaz de hacer. Muchas veces este mundo que vivo o entorno me parece más ajeno a mí que todo esto que llamo mundo interno.
         ¿Llegaré a cumplir mi única utopía? La sensación de libertad mental.
         Mi padre dice que soy un volcán, que tanta energía es difícil dominar y por eso cuando entro en erupción el efecto es arrasador. Mi abuelo me llama corazón de oro y me encantaba de niña escucharle decírselo a los vecinos del pueblo.
         ¿Este modo de pensar y consecuentemente de sentir hasta que punto lo he elegido yo? ¿Hasta dónde llega la biología y hasta dónde yo misma? Mi profesora de biología me contaba que esa parte biológica que conozco de puede serme de gran ayuda para saber que esta imagen o sensación que se me clava o que me clavo puede venir de mi genética, y que al hacer consciente esta situación, puedo compensarlo por mi misma. Y viceversa, cuando me emociono tanto por algo, dar gracias a mi enfermedad.
         Un amigo me decía que me dejé modelar por el mundo cuando lo necesite y ciertamente creo que no le hago mucho caso. Me resulta difícil dejarme caer como en las dinámicas de botella loca en las que los compañeros te recogen. Digamos que confiar en el mundo y soltarse me cuesta todavía. Sólo imaginarlo me da vértigo.
         ¿Y si un día se vuelve a apagar mi sonrisa? ¿Estaré ahí? ¿Estaré a la altura?
        

No hay comentarios:

Publicar un comentario